"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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06-09-2012 |
El síndrome Plejanov
Manuel Navarrete
" Las condiciones objetivas están hasta las narices de nosotros”
Existe en la izquierda cierta tendencia derrotista que tiende a reproducir la vieja actitud de Plejanov: “hay que esperar, aún no se dan las condiciones objetivas para hacer la revolución”. Bien nos vendría en cambio recuperar la actitud de Lenin, que sorprendió a todos con sus “Tesis de abril”, o incluso del Che Guevara, que proponía “forzar las condiciones” a través de la agudización de la lucha.
Salvando las enormes distancias, un primer conato de agudización se está produciendo en Andalucía, donde el SAT ha asaltado supermercados para expropiar alimentos y se han producido significativas ocupaciones de edificios (como la Corrala Utopía) y tierras (como Somonte). Una parte de la izquierda está saliendo al fin de las asfixiantes instituciones y comienza a respirar y a construir poder popular.
Pero la izquierda institucional contraataca furiosa. En estos días, hemos oído al republicano y miembro del PSOE Jaume d'Urgell clamar contra la movilización organizada por el 15 M bajo el lema “25-S: Ocupa el congreso”, bajo el pobre pretexto de que oponerse al parlamento burgués es ser un fascista. Sorprendentemente, algunos enfurecidos blogueros de la izquierda se han hecho eco de esta visión, recordándonos que deberíamos protestar “únicamente contra el PP”, que está en la Moncloa, y animándonos a acudir a la manifestación pacífica del 15 de septiembre, organizada por los sindicatos del régimen y su “Cumbre Social”.
Comparemos, pues, ambas convocatorias, aunque en apariencia no sean excluyentes. La manifestación del 15-S es convocada entre otros por colectivos de jueces, de la Guardia Civil, del Ejército, de la policía, de CC OO, UGT y CSIF, además de por el Sindicato de Estudiantes (de sobra conocido) y las Mesas de Convergencia. La del 29-S, por su parte, es convocada entre otros por el 15 M, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, el alcalde de Marinaleda (Sánchez Gordillo), el activista anti-desahucios José Coy, además de por webs como Insurgente y Kaos en la Red.
Fijémonos también en el discurso de ambas convocatorias. La del 15-S tiene un discurso anti-recortes, de defensa del “Estado del bienestar” y del Estado de derecho y de “unidad contra el PP”. La del 25-S , por el contrario, tiene un discurso anti-capitalista, anti-patriarcal, habla de República y de Autodeterminación, habla de nacionalización de la banca, la energía y los sectores estratégicos, habla de rechazar el pago de la deuda ilegítima, habla de inmediata paralización de los desahucios, se declara nítidamente anti-fascista, hablando de justicia y reparación para las víctimas del franquismo y, en suma, llama a protestar no sólo contra el gobierno, sino también contra una oposición que siempre ha sido cómplice de los recortes, y que lo seguirá siendo igualmente en el futuro.
Es obvio que el discurso político del 25-S, aun con sus imperfecciones, refleja un nivel de conciencia de clase muy superior al del 15-S. Pero, además, hay otra diferencia: el programa del 15-S ha sido trazado por una burocracia, sin dejar la menor posibilidad para intervenir a la gente y añadir consignas más rupturistas. En cambio, el programa del 25-S ha sido discutido abiertamente. De hecho, ha sido modificado para bien (añadiendo énfasis antifascistas y anticapitalistas), tras una serie de reuniones entre los convocantes y la izquierda social.
En este sentido, es indignante que Jaume d'Urgell y los blogueros referidos hayan acusado a la convocatoria de “Ocupa el Congreso” de secretismo y de estar convocada de manera anónima. La convocatoria ha sido elaborada en reuniones abiertas a las cuales ha podido acudir todo aquel que lo haya deseado, pero, lógicamente, no van a darse nombres ni va a convocarse legalmente, allanándole el camino a la policía. Por cierto, ¿sabrá esta gente que los militantes del SAT fueron convocados a la acción del supermercado sin saber siquiera adónde iban, para evitar que la policía los interceptara?
Seamos sinceros. No es la primera vez que tenemos que avergonzarnos ante las teorías conspiranoides de cierta izquierda que aún no se sabe muy bien a qué juega. Cualquiera que se mueva en nuestros círculos estará harto de oír cosas como que el SIDA no existe, que el hombre jamás llegó a la luna o que el 15 M es en realidad una conspiración fascista. Sin ser 28 de diciembre, la nueva broma es la siguiente: la convocatoria “Ocupa el congreso” es una oscura conspiración neonazi para reprimirnos, disolver el parlamento burgués e instaurar un régimen fascista con su “paso de la oca” y todo.
Aquellos que por desgracia tenemos compañeros represaliados, y sabemos por ello de los montajes represivos del poder capitalista, no frivolizamos tanto al analizar el régimen de contrarrevolución preventiva que, sin folklore ni pasos de la oca, aún padecemos hoy día. Pero tampoco creemos que a este régimen le haga falta cambiar nada por el momento, cuando la abrumadora mayoría del parlamento representa a la oligarquía financiera. ¿Contra quién deberían, pues, dar su golpe de Estado? ¿Contra ellos mismos?
Sin embargo, en el fondo la discusión es absurda, ya que todos sabemos que estas insensateces no son más que excusas para la inacción. Es el síndrome de Plejanov. La realidad es que existe un sector de la izquierda profundamente aristocrático, antisocial y antipopular, con muchos militantes a los que les gusta debatir detalles freaks entre ellos y con gente que piensa casi igual que ellos, pero, eso sí, sin mezclarse con el populacho inculto que se mueve en los movimientos populares reales y que ignora la teoría laboral del valor.
Sin embargo, al final avalan cosas como la del 15-S, una movilización organizada por el PSOE y sus sindicatos, bajo el mito cuantitativista de que “siendo más” se consigue algo. La realidad es que probablemente ya hay más gente en las calles del Estado español que las que hubo en octubre del 17 en Rusia. Lo que nos falta es lo cualitativo.
Y es indudable que la movilización de “Ocupa el congreso” aporta mucho precisamente ahí, en lo cualitativo. El 25-S nace de la superación del mito de la mani pacífica, como paseo ritual y obediente, y sólo por eso ya debe reivindicarse. Pero es que además el 25-S es interesante no porque vaya a provocar ninguna caída real del gobierno (ni siquiera los convocantes lo creen), ni porque vaya a ocupar realmente ningún congreso (¿acaso “Occupy Wall Street” asaltó los rascacielos, en lugar de rodearlos?), sino porque se inscribe en una escalada creciente de movilizaciones y, sencillamente, supone un avance con respecto al estado anterior real de las cosas.
¿Ocupar el congreso? Ojalá, pero la realidad es que no. Es un lema, una convocatoria simbólica, como simbólico fue el robo del SAT en el Mercadona (¿o es que acaso alguien pensaba que con 5 carros de comida el sindicato iba a dar de comer a 300.000 familias pobres en Andalucía?). En ese sentido, ambas acciones son claramente insuficientes, y no deben idealizarse. Pero no hay que olvidar tampoco el peso de lo simbólico, cuando funciona como una amenaza al poder, como advertencia a los que mandan de lo que podría llegar a suceder si nos siguen jodiendo como lo están haciendo, además de como manera de generar entre la gente los debates que ahora realmente hacen falta.
Es obvio que la movilización del PSOE, sus sindicatos y los cuerpos represivos del Estado burgués del 15 de septiembre no sirve para agudizar las contradicciones en el Estado español. Y es obvio que la movilización del 15 M para “Ocupar el congreso” el 25 del mismo mes, sí. Probablemente, lo único que le falte a la izquierda viejuna para apoyar esta marcha es que se dé en algún lejano país latinoamericano. Como sucede aquí mismo, los revolucionarios con miedo a la revolución se inventan que son “los fascistas”. Es lógico.
Una cosa está clara: los comunistas seguirán siendo, no los que pongan 20 hoces y martillos en 20 banderitas, sino, como dijo Marx, “la fracción más decidida de la clase obrera: la que siempre empuja hacia adelante”. Señores, por favor, despierten: las masas, descontentas por el gobierno, por el régimen, por el sistema, avanzan hacia el Congreso. Hace años habríamos soñado con que sucediera algo así. Ahora, ha llegado el momento. ¿Qué nos pasa?
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